jueves, 24 de abril de 2014

La otra historia de Tom y Jerry CAPÍTULO 7

La otra historia de Tom y Jerry
CAPÍTULO 7

La función estaba a punto de terminar cuando Tom llegó al circo “Des monstres de papiers”. Intentó entrar, pero el Hombre Elefante le impidió el paso.
    • No se puede pasar con la función empezada. Son normas del circo.
    • ¿Quién es el encargado? -preguntó Tom.
    • El señor Ribery es el dueño. Antes lo fue su padre y antes que él su abuelo. ¿Qué quieres?
    • Quiero trabajar en el circo -respondió Tom con determinación.
El Hombre Elefante lo miró de arriba a abajo. Aquel chico que tenía frente a él parecía normal. Era absurdo que quisiese trabajar en un lugar como ése. Sintió curiosidad y preguntó.
    • ¿Por qué quieres trabajar aquí? No pareces un monstruo a simple vista.
    • Desde pequeño he sentido que mi lugar estaba en un circo de monstruos. Cuando cumplí dieciocho años, cogí la maleta y comencé mi viaje buscando un lugar donde trabajar. Hace un mes, alguien dejó bajo mi puerta una fotografía en la que aparecemos mi madre y yo junto a un hombre al que no puedo ver el rostro porque la imagen está cortada. La foto se hizo justo aquí, en la entrada del circo “Des monstres de papiers”.
    • ¿Puedo ver la fotografía? -preguntó inquieto el Hombre Elefante.
Tom sacó la imagen de la mochila y se la enseñó. El Hombre Elefante la miró con detenimiento durante largo rato. Él sabía perfectamente quien era el hombre cortado. De pronto, el interior del circo rompió en una gran ovación y el público comenzó a salir. Tom guardó la foto, mientras el Hombre Elefante se perdía entre el público hacia el interior de la carpa.
Minutos después el señor Ribery, acompañado de Jerry, salió para hablar con Tom.
    • El señor Médez me ha dicho que quieres trabajar aquí -dijo.
    • Sí.
    • ¿Sabes que aquí sólo trabajan los monstruos? -preguntó el señor Ribery.
    • ¿Entonces por qué quieres trabajar aquí? -preguntó Jerry-. No parece que seas un monstruo.
    • Algo en mi interior -respondió Tom-, me dice que soy tan monstruo como cualquiera de vosotros. Estoy cansado de vivir una vida que no me corresponde. Mi aspecto no representa lo que soy y yo no tengo la culpa de haber nacido normal. Sé que puedo trabajar aquí y puedo ser tan monstruo como cualquiera de vosotros. Además, una fotografía me ha traído hasta aquí.
Tom les mostró la imagen en blanco y negro.
    • Una foto tomada en la entrada de nuestro circo no significa nada -dijo el señor Ribery-. Hay mucha gente que se fotografía en este mismo lugar. No voy a contratarte. Lo siento. Hay que ser alguien especial para trabajar aquí y tú no lo eres.
El señor Ribery se dio la vuelta y se marchó sin decir nada más. Tom estaba abatido. Creía que en aquel lugar, por alguna extraña razón que no llegaba a comprender, encontraría su hogar. Sin embargo, no había sido así. Al igual que en los otros circos, también había sido rechazado.
Jerry lo miraba perplejo. No podía entender como un chico normal deseaba formar parte de un lugar como ése. Aunque nadie hablase de ello, él sabía que todos deseaban huir del allí. Los miembros del circo “Des monstres de papiers” soñaban en secreto con ser normales y tener una vida como la de cualquier espectador.
    • No pienso marcharme -dijo Tom enrabietado-. Estoy seguro de que éste es mi lugar y os lo demostraré.
Rose Mary llegó buscando a su hermano. La cena estaba lista y todos lo estaban esperando. Miró a Tom detenidamente, pero no dijo nada. Jerry se despidió de Tom y se marchó con ella hacia el interior del circo.
Tom se sentó bajo un árbol junto a las caravanas de los artistas. Estaba cansado de ir de un lugar a otro. Ahora estaba seguro de que por fin había encontrado lo que estaba buscando. Aún no sabía cómo, pero conseguiría trabajar en el circo “Des monstres de papiers”.
A medianoche, una mano tocó el hombro de Tom y éste despertó sobresaltado. Su mirada se clavó en el rostro de Rose Mary. Ella lo cogió de la mano y, sin decir nada, lo llevó hasta su caravana. Aquella noche, la mujer barbuda y el chico normal, apenas durmieron.

martes, 22 de abril de 2014

La otra historia de Tom y Jerry CAPÍTULO 6

La otra historia de Tom y Jerry
CAPÍTULO 6

Todos los miembros del circo “Des monstres de papiers” esperaban con ilusión el cumpleaños de los mellizos. No todos los días se cumplen dieciocho años.
Es cierto, que para muchos de los componentes del circo, sólo se celebraba el cumpleaños de Jerry. Era muy difícil pensar que esa niña tan callada, solitaria y perfecta pudiese ser hermana de un chico tan especial como él. Por eso, más de uno se sorprendía cuando éste obligaba a su hermana a soplar las velas con él.
Jerry era el alma de la función. Su aspecto y su personalidad lo habían convertido en la estrella del circo. Su fama y su espectáculo habían traspasado fronteras y eran muchos los espectadores que viajaban durante horas para, sorprendidos, divertidos y horrorizados, ser testigos de lo que Jerry denominaba: “La folie de Jerry”.
Tras la fiesta de cumpleaños, Jerry y Rose Mary paseaban por los alrededores del circo. Él hablaba sin parar de sus planes de futuro. Quería revolucionar el circo de los monstruos. Estaba cansado de la opinión que tenía el mundo de ellos. No sólo eran monstruos, también eran artistas. Creadores de momentos mágicos e irrepetibles. Cuando lo consiguiese, Rose Mary y él, serían las estrellas del espectáculo.
Rose Mary no escuchaba las palabras de su hermano. Sentía nauseas, mareos y dolor de estómago. Pensó que la tarta le había sentado mal o, quizás, la mayoría de edad o, en un caso hipotético, era posible que alguien la hubiese envenenado. El dolor comenzó a ser insoportable y cayó al suelo. Jerry se abalanzó sobre su hermana.
    • ¿Qué te pasa Rose Mary? -le pregunto Jerry muy preocupado.
Pero ella no dijo nada. Tan sólo se retorcía de dolor en el suelo. Su hermano gritó con todas sus fuerzas pidiendo auxilio. Pronto, se dio la voz de alarma y todo el circo corrió al lugar donde estaban los mellizos.
Cuando Aleksei llegó, se arrodilló junto a Rose Mary.
    • ¿Dónde está mi madre? -preguntó Jerry.
    • No lo sé. Después de la tarta desapareció -contestó Aleksei.
    • ¿Quizás esté en su caravana? -volvió a preguntar Jerry.
    • Un coche vino por ella.
La conversación terminó ahí. No era la primera vez que Martha se subía a un coche y desaparecía durante horas o incluso días. Nadie sabía donde iba ni con quien. Pero era cierto que muchas de las veces, era el mismo coche el que venía a recogerla y que, ese mismo coche, nunca había faltado al cumpleaños de los mellizos. Desde que Jerry podía recordar, aquel desconocido había recogido a su madre después de todas las tartas.
El dolor de Rose Mary crecía y crecía y la expectación era cada vez mayor. Alguien había llamado al médico, pero éste tardaría en llegar. De pronto, Rose Mary, dio un grito de dolor que atravesó a todos los presentes, recorrió la ciudad y llegó hasta el cielo. Inexplicablemente, comenzó a llover y se hizo el silencio. Algunos, pensaron que la joven había muerto. Aleksei apretó la mano de ella y Jerry, desesperado e impotente, la abrazó con todas sus fuerzas.
Rose Mary tosió débilmente. El dolor había desaparecido y, ahora, necesitaba respirar. Apartó a su hermano y se incorporó buscando que la lluvia cayese sobre su rostro. Sentía que algo dentro de ella había cambiado. El dolor se había llevado consigo su juventud y sus pocas esperanzas de ser feliz. Abrió los ojos y miró a su alrededor. Se sorprendió al ver la cara de los allí presentes.
Nadie podía creer lo que estaban viendo. Bajo la lluvia, habían sido testigos de un hecho asombroso. Aleksei se tapó el rostro con las manos y comenzó a llorar. Jerry miraba a su hermana horrorizado.
Una negra, densa y larga barba poblaba el rostro de Rose Mary.

martes, 15 de abril de 2014

La otra historia de Tom y Jerry. Capítulo 5.

La otra historia de Tom y Jerry

CAPÍTULO 5

Tom estaba tumbado en la cama de la pensión. Se sentía abatido y agotado. Llevaba meses recorriendo una ciudad tras otra. Visitando circo tras circo sin conseguir que ninguno le diese la oportunidad de mostrar todo lo que había dentro de él. Tom entendía que debía ser complicado para los dueños de los circos ver en él al monstruo que llevaba dentro. Sin embargo, no comprendía como ninguno de ellos había querido darle, siquiera, una oportunidad. Quizás su madre tenía razón y aquel sueño que lo había acompañado desde la niñez, era tan sólo una estupidez más en su vida.
De pronto, oyó pasos tras la puerta. Era un caminar lento e irregular. Los pasos se detuvieron y todo quedó en silencio. Tom miraba la puerta fijamente. Estaba seguro de que la persona que caminaba en el pasillo se había detenido tras ella. Alguien metió por debajo de la puerta un sobre blanco y golpeó el marco dos veces.
Tom se incorporó de la cama y se dirigió rápidamente hacia el picaporte. Abrió sin vacilar y miró a ambos lados del pasillo. No había nadie. La persona que apenas unos segundos antes había dejado aquel sobre en su habitación había desaparecido. Aquello era demasiado extraño. Es cierto, que llevaba unos días con la sensación de que alguien lo seguía, sin embargo, no había sido capaz de descubrir quien era. Aquella forma de actuar y aquel sobre, demostraban que él estaba en lo cierto y que había una persona tras sus pasos.
Cogió el sobre del suelo y se sentó en la cama. No había nada escrito. Lo abrió con cuidado y encontró, en su interior, una foto. La sacó y la miró fijamente durante varios minutos. No podía creerse lo que estaba mirando. ¿Cómo era posible que una foto como esa hubiese llegado a sus manos así? No sabía qué pensar.
Poco a poco, Tom se fue tumbando en la cama. No dejaba de mirar la foto. Estaba absorto por aquella imagen. Al final, agotado, se quedó dormido.
Sobre la cama, junto a él, una fotografía en blanco y negro. En ella, aparecía la madre de Tom muy joven, sonriente y feliz, con un bebé en sus brazos y, a su lado, un hombre. Bueno, el cuerpo de lo que parecía un hombre, pues el trozo de fotografía donde se encontraría la cabeza estaba arrancado. En la parte superior derecha, sobre la madre de Tom, podía leerse: Circo “De monstres de papier”. 

miércoles, 9 de abril de 2014

La otra historia de Tom y Jerry CAPÍTULO 4


Nota: Se recomienda leer mientras se escucha la música de Angelo Badalamenti - L'execution (The City of Lost Children).

La otra historia de Tom y Jerry
CAPÍTULO 4

Desde el nacimiento de los mellizos, Aleksei ejerció de padre. Llevaba años trabajando como pareja de Martha y sentía que era su obligación como compañero. Además, desde el principio, la madre se había mostrado distante con sus hijos y alguien debía hacerse cargo de ellos.
Jerry era un niño alegre, cariñoso y muy simpático. Le gustaba corretear por todas partes y jugar con todos los miembros del circo. Pronto, tuvo su primera oportunidad en el mundo del espectáculo. Un papel pequeño dentro de la función. Tan sólo tenía que entregar un paquete a Goliat el gigante. Pero en cuanto aparecía en el escenario, el público dejaba escapar un largo, tierno y entrañable “¡Ooooh! Que se tornaba en horror y repugnancia cuando descubrían la tercera oreja de su frente. Todo un éxito. Él sólo era capaz de vender todas las entradas de la función. Más de uno de los actores hubiese deseado semejante muestra de asco hacia su persona, pero eso era un don que no estaba al alcance de cualquier artista.
Rose Mary, sin embargo, fue una niña solitaria y retraída. Era tal su belleza, su hermosura y su perfección que nadie quería estar a su lado. Todos se sentían más horribles y más monstruosos cada vez que estaban cerca de aquel ser.
No dijo sus primeras palabras hasta los 4 años, aunque nadie se dio cuenta de su silencio. Pasaba los días sentada en una vieja silla de enea. Lejos de todo el mundo. Mirando al infinito y en silencio. Solamente Jerry y Aleksei eran capaces de atraer su atención. Su hermano conseguía, en algunas ocasiones, que ambos diesen un pequeño paseo juntos e incluso que jugasen a rayuela.
Martha nunca se acercó a su hija. Se sentía avergonzada de que un ser de semejante belleza hubiese salido de su vientre. Estaba convencida de que la culpa de todo la tenía el padre. Nunca debió montarse en ese coche. Nunca debió entrar en aquel palacio. Nunca debió... Hay noches, difíciles de olvidar.


martes, 8 de abril de 2014

La otra historia de Tom y Jerry CAPÍTULO 3

La otra historia de Tom y Jerry
CAPÍTULO 3

    • Aprenderé -dijo Tom.
    • No hay nada que aprender -continuó el responsable del circo-. Aquí se nace con un don o no se sirve. Es lo más sencillo del mundo. ¿Crees que alguien pagaría por ver a un chico como tú, tan normal, con sus dos ojos, sus dos piernas, con sus dos brazos...? Te digo yo, que llevo en esto 30 años, que nadie pagaría por verte la cara.
    • Estoy seguro de que si me da una oportunidad, no le defraudaría.
    • Mira chaval, estoy seguro de que te esforzarías y de que trabajarías duro y sin rechistar -el responsable del circo tomó aire-. Sin embargo, no tienes cabida en un lugar como éste como no la tiene una ballena en la selva o un león en el fondo del mar. ¿Te imaginas un león en medio del océano, pidiendo a gritos que le dejen vivir allí? Es imposible, y cuanto antes te des cuenta de ello, mejor. ¿Cómo se te ha ocurrido semejante locura? Esta noche has visto nuestro espectáculo y has conocido a nuestros artistas. Esta noche has vivido la magia de nuestro circo y entiendo que te hayas sentido embargado por las luces y los aplausos, pero tú jamás podrás ser como ellos. Jamás podrás formar parte de nuestro espectáculo.
    • Pero, ¿por qué? -volvió a preguntar desesperado Tom.
    • Sencillamente, porque eres normal, demasiado normal, para trabajar en un circo de seres extraordinarios.
El dueño del circo se giró y se marchó sin decir nada más. Tom cogió su maleta y se alejó a lo largo de la calle, intentando entender por qué había nacido normal, cuando sólo deseaba ser un monstruo.
Desde uno de los oscuros callejones que cruzan la calle, una anciana vestida de negro seguía los paso de Tom con la mirada mientras en su bolso guardaba una fotografía en blanco y negro.

jueves, 3 de abril de 2014

La otra historia de Tom y Jerry CAPÍTULO 2

La otra historia de Tom y Jerry

CAPÍTULO 2

Todo el elenco de artistas que formaba el circo “De monstres de papier” esperaba con impaciencia el nacimiento del hijo de Martha, la mujer de tres ojos. Todos se arremolinaron alrededor de la joven madre para protegerla del frío y ayudarla en el parto. Nadie le había preguntado nunca a Martha quién era el padre y ella nunca había hablado de ello. Durante los nueve meses de embarazo, se había comportado como si nada y jamás se había quejado o dejado de trabajar. Hasta la última función del día, ella había estado sobre el escenario mostrando sus tres ojos y representando su pequeño teatrillo con Aleksei, el hombre sin nariz.
Fue justo a medianoche cuando Martha se puso de parto. La gran mayoría de los actores, aún permanecían en el comedor terminando su plato de arroz hervido y bebiendo vino. Rápidamente, Goliat arrastró con su brazo todo lo que había sobre la mesa y lo dejó caer al suelo. Agarró a Martha y la tumbó. No era la primera vez que alguien se ponía de parto en el circo y todos tenían bastante claro su papel en aquel espectáculo.
Jerry no tardó en llegar al mundo. Un fuerte llanto llenó de alegría a todos los allí presentes. Además, el niño venía con un pan debajo del brazo o, mejor dicho, con una oreja en la frente. El recién nacido tenía tres orejas y aquello aseguraba su futuro profesional dentro de “Des monstres de papier”. Pero la cosa no terminó ahí. Martha seguía gritando de dolor. Juana la enana fue la primera en percatarse de que la función no había terminado y que aún quedaba por nacer otro ser. En apenas unos segundos, nació el segundo hijo de Martha. En este caso, una niña preciosa y perfecta a la que puso de nombre Rose Mary.

martes, 1 de abril de 2014

La otra historia de Tom y Jerry. Capítulo 1.

La otra historia de Tom y Jerry

CAPÍTULO 1

Desde su nacimiento, Tom siempre había soñado con trabajar en el circo. Pero no en un circo cualquiera, él deseaba formar parte de un circo repleto de seres extraordinarios. Hombres y mujeres únicos como él.
A su madre, aquella idea le pareció siempre absurda. Su hijo era un chico normal que soñaba con ser diferente. Pero al niño se le había metido en la cabeza la inquietante idea de ser un monstruo para formar parte del elenco de actores y actrices que actuaban en los circos monstruosos que se habían puesto tan de moda en los últimos años.
Cuando Tom cumplió los dieciocho años. Y tras una vida anodina y sin amigos. Agarró un poco de ropa que metió en una vieja maleta de su madre y fue a la cocina para despedirse de ella. Ésta lo esperaba con las luces apagadas y una pequeña tarta en las manos. Cuando Tom encendió la luz y descubrió a su madre, no pudo reprimir un pequeño gesto de sorpresa.
    • ¡Felicidades! -gritó su madre.
Tom no dijo nada. Se dirigió hacia ella y de un leve soplido apagó la pequeña vela que su madre acababa de encender. Ambos se sentaron en la mesa de la cocina sin decir nada. Repartieron la tarta de cumpleaños y comenzaron a comer en silencio. Fue en el segundo trozo cuando su madre descubrió la vieja maleta junto a la silla.
    • ¿Te vas? -preguntó la madre.
    • Sí. ha llegado el momento de salir de aquí y hacer realidad mi sueño. En algún lugar del mundo hay un circo esperándome.
Tom dejó la cuchara en el plato y se levantó de la silla. Su madre no se movió. Siguió comiendo. Tom cogió la maleta y se marchó sin decir nada.
Se oyó el sonido de la puerta al cerrarse y quedó el silencio de todos los recuerdos.