martes, 22 de abril de 2014

La otra historia de Tom y Jerry CAPÍTULO 6

La otra historia de Tom y Jerry
CAPÍTULO 6

Todos los miembros del circo “Des monstres de papiers” esperaban con ilusión el cumpleaños de los mellizos. No todos los días se cumplen dieciocho años.
Es cierto, que para muchos de los componentes del circo, sólo se celebraba el cumpleaños de Jerry. Era muy difícil pensar que esa niña tan callada, solitaria y perfecta pudiese ser hermana de un chico tan especial como él. Por eso, más de uno se sorprendía cuando éste obligaba a su hermana a soplar las velas con él.
Jerry era el alma de la función. Su aspecto y su personalidad lo habían convertido en la estrella del circo. Su fama y su espectáculo habían traspasado fronteras y eran muchos los espectadores que viajaban durante horas para, sorprendidos, divertidos y horrorizados, ser testigos de lo que Jerry denominaba: “La folie de Jerry”.
Tras la fiesta de cumpleaños, Jerry y Rose Mary paseaban por los alrededores del circo. Él hablaba sin parar de sus planes de futuro. Quería revolucionar el circo de los monstruos. Estaba cansado de la opinión que tenía el mundo de ellos. No sólo eran monstruos, también eran artistas. Creadores de momentos mágicos e irrepetibles. Cuando lo consiguiese, Rose Mary y él, serían las estrellas del espectáculo.
Rose Mary no escuchaba las palabras de su hermano. Sentía nauseas, mareos y dolor de estómago. Pensó que la tarta le había sentado mal o, quizás, la mayoría de edad o, en un caso hipotético, era posible que alguien la hubiese envenenado. El dolor comenzó a ser insoportable y cayó al suelo. Jerry se abalanzó sobre su hermana.
    • ¿Qué te pasa Rose Mary? -le pregunto Jerry muy preocupado.
Pero ella no dijo nada. Tan sólo se retorcía de dolor en el suelo. Su hermano gritó con todas sus fuerzas pidiendo auxilio. Pronto, se dio la voz de alarma y todo el circo corrió al lugar donde estaban los mellizos.
Cuando Aleksei llegó, se arrodilló junto a Rose Mary.
    • ¿Dónde está mi madre? -preguntó Jerry.
    • No lo sé. Después de la tarta desapareció -contestó Aleksei.
    • ¿Quizás esté en su caravana? -volvió a preguntar Jerry.
    • Un coche vino por ella.
La conversación terminó ahí. No era la primera vez que Martha se subía a un coche y desaparecía durante horas o incluso días. Nadie sabía donde iba ni con quien. Pero era cierto que muchas de las veces, era el mismo coche el que venía a recogerla y que, ese mismo coche, nunca había faltado al cumpleaños de los mellizos. Desde que Jerry podía recordar, aquel desconocido había recogido a su madre después de todas las tartas.
El dolor de Rose Mary crecía y crecía y la expectación era cada vez mayor. Alguien había llamado al médico, pero éste tardaría en llegar. De pronto, Rose Mary, dio un grito de dolor que atravesó a todos los presentes, recorrió la ciudad y llegó hasta el cielo. Inexplicablemente, comenzó a llover y se hizo el silencio. Algunos, pensaron que la joven había muerto. Aleksei apretó la mano de ella y Jerry, desesperado e impotente, la abrazó con todas sus fuerzas.
Rose Mary tosió débilmente. El dolor había desaparecido y, ahora, necesitaba respirar. Apartó a su hermano y se incorporó buscando que la lluvia cayese sobre su rostro. Sentía que algo dentro de ella había cambiado. El dolor se había llevado consigo su juventud y sus pocas esperanzas de ser feliz. Abrió los ojos y miró a su alrededor. Se sorprendió al ver la cara de los allí presentes.
Nadie podía creer lo que estaban viendo. Bajo la lluvia, habían sido testigos de un hecho asombroso. Aleksei se tapó el rostro con las manos y comenzó a llorar. Jerry miraba a su hermana horrorizado.
Una negra, densa y larga barba poblaba el rostro de Rose Mary.

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