La
otra historia de Tom y Jerry
CAPÍTULO 10
Había pasado una semana desde la
muerte de Martha y no había vuelto a hablar con Rose Mary. Ni con
ella ni con nadie. Desde la muerte de la madre de los mellizos,
parecía que la distancia entre el circo y él había crecido aún
más. E incluso Jerry parecía un extraño las pocas veces que se
habían encontrado.
Por primera vez, Tom estaba
decidido a marcharse. Desde el comienzo de su viaje había soportado
el rechazo de todos y cada uno de los circos en los que había
estado. Incluso había soportado el rechazo del circo “Des monstres
de papiers” donde había descubierto que se encontraba su padre y
donde estaba seguro que era su hogar y el lugar donde tarde o
temprano se convertiría en un artista. Sin embargo, no podía
soportar el dolor de ver cada día a Rose Mary y sentir su
indiferencia y su rechazo. Ese dolor era lo más terrible que jamás
hubiese sentido y no parecía que fuese a acabar nunca.
Intentó hablar con Jerry una vez
más para despedirse. Pero éste no pudo atenderle. Tenía demasiado
trabajo para hablar. Quizás más tarde o mañana podrían
tener esa conversación. Tom sabía que no hablarían nunca más.
Una anciana vestida de negro
llegó al circo. Contempló la carpa, las caravanas, a los artistas y
a Tom junto a su árbol. Caminó hasta ponerse a su altura. Tom
estaba absorto en sus pensamientos mientras guardaba sus pocas
pertenencias en la maleta y no se percató de la llegada de la
anciana.
- ¿Qué haces? -preguntó la
anciana.
- ¿Qué? -preguntó Tom
asustado. Las palabras de la mujer lo habían sacado de su
ensimismamiento y lo habían devuelto a la realidad-. ¿Quién es
usted?
- Veo que estás recogiendo tus
cosas, supongo que te marchas. ¿Has descubierto quien es tu padre
por fin?
- Sí. Aunque no he hablado con
él y no creo que sepa quien soy yo. ¿Y usted? ¿Quién es?
-preguntó Tom cada vez más sorprendido. La anciana lo conocía-.
¿Me conoce?
- ¿Que si te conozco? Por
supuesto. Toda tu vida he estado ahí, sin que te hayas dado cuenta.
Hace años, yo formaba parte de este circo, pero lo dejé todo para
estar cerca de ti.
- ¿Por qué?
- Soy la madre del hombre
elefante. Médez es mi hijo y tú mi nieto. Yo fui quien dejó la
fotografía bajo la puerta de la pensión. Yo fui quien te guió
hasta aquí y ahora no voy a permitir que te marches sin que conozcas
a tu padre.
Tom no sabía que decir. Aquella
extraña anciana era su abuela. Ella lo había conducido hasta el
circo “Des monstres de papiers”. Sin embargo, no entendía como
ella nunca se había acercado a él en el pasado o nunca él la había
visto en su vida. El aspecto de aquella mujer era demasiado peculiar
para pasar desapercibida.
- ¿Cómo es posible que nunca
antes nos hubiésemos visto? -preguntó Tom.
- Eso es fácil de explicar
-respondió la anciana y acto seguido, desapareció-. Soy la mujer
invisible. Por eso nunca me has visto aunque siempre estuviese ahí.
Ahora vas a conocer a tu padre -la mujer invisible se volvió visible
de nuevo-. Sígueme.
Tom la siguió. Caminaron hacia
la carpa. Entraron. En su interior encontraron al dueño del circo y
a Médez, el hombre elefante que era su padre. Ambos se sorprendieron
mucho cuando vieron a la anciana junto a Tom.
- ¿Qué haces tú aquí?
-preguntó Médez.
- Vengo a hacer lo que tú no
has sido capaz de hacer en veinte años. Estoy aquí para que
conozcas a tu hijo -respondió la anciana mientras agarraba el brazo
de Tom.
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