LOS TRES
CERDITOS
Las historias
tradicionales, los cuentos de toda la vida no siempre han sido como
nosotros los conocemos. Las historias eran el vehículo perfecto para
descubrir el mundo en el que vivían. Ahora, cuando los cuentos son
políticamente correctos, han perdido toda su esencia y tan sólo nos
llega el reflejo de lo que una vez quisieron contar. Cuántos más
cuentos clásicos leo y más historias descubro, más engañado me
siento como oyente y lector.
No sé si la culpa de
toda esta dulcificación y falsa felicidad de los cuentos proviene de
Disney o de una sociedad demasiado protectora consigo mismo. Tanto
que al final se olvidó de lo realmente importante. O quizá, en un
momento dado, se creyó con el deber de engañarnos, de contarnos
historias que son mentira y privándonos de la verdad.
Pensemos en los tres
cerditos. Recordemos esa “maravillosa” versión que tantas veces
hemos escuchado. Imaginemos a ese primer cerdito correr alegremente,
divertirse con sus amigos y descansar sobre la hierba bajo la sombra
de un árbol. El pobre sólo pudo construir una casita de paja.
Apenas tuvo tiempo de nada más.
El segundo cerdito,
corrió un poco menos, se divirtió con sus amigos un poco menos y se
tumbó sobre la hierba bajo la sombra de un árbol un ratito menos
que su hermano el primer cerdito. Sin embargo, apenas construyó una
casa de madera.
El tercer cerdito no
corrió alegremente, no se divirtió con sus amigos y no se tumbó
sobre la hierba bajo la sombra de un árbol. Trabajó incansablemente
para construir una casa enorme de ladrillos, con chimenea y una
puerta blindada. Una casa capaz de soportar un tornado.
En la versión que a mí
me contaron. Los tres cerditos se salvan. El primero y el segundo
terminan refugiándose en casa de su hermano mayor que los protege y
los salva del lobo. Un tercer cerdito que no sólo ha construido la
casa más grande y más fuerte, sino que además, es capaz de vencer
al lobo y matarlo.
En el cuento clásico,
los dos primeros cerditos mueren devorados por el lobo. Mueren porque
no han trabajado lo suficiente para construir una casa lo bastante
fuerte como para aguantar el soplido del lobo. Mueren porque han sido
vagos y han preferido la diversión al trabajo. Mueren porque están
solos y sólo depende de ellos vivir. En el momento que se cambia el
cuento y los dos cerditos se salvan, la historia carece de sentido
porque nos muestra que siempre habrá alguien que nos salve, sin
importar lo que hayamos hecho. Y eso es falso.
Lo que no hagas tú, no
lo va a hacer nadie por ti.
En ese afán protector,
nos han contado cuentos que nos han enseñado lo contrario. Nos han
protegido haciéndonos creer que siempre habrá alguien que nos
ayude. Que hagamos lo que hagamos siempre podremos salvarnos del
lobo. Porque siempre habrá una casa de "alguien" de ladrillo, con
chimenea y puerta blindada capaz de retener a la fiera y, con suerte,
ese "alguien" será capaz de matarlo.
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