La
otra historia de Tom y Jerry
CAPÍTULO 7
La función estaba a punto de
terminar cuando Tom llegó al circo “Des monstres de papiers”.
Intentó entrar, pero el Hombre Elefante le impidió el paso.
- No se puede pasar con la función empezada. Son normas del circo.
- ¿Quién es el encargado? -preguntó Tom.
- El señor Ribery es el dueño. Antes lo fue su padre y antes que él su abuelo. ¿Qué quieres?
- Quiero trabajar en el circo -respondió Tom con determinación.
El Hombre Elefante lo miró de
arriba a abajo. Aquel chico que tenía frente a él parecía normal.
Era absurdo que quisiese trabajar en un lugar como ése. Sintió
curiosidad y preguntó.
- ¿Por qué quieres trabajar aquí? No pareces un monstruo a simple vista.
- Desde pequeño he sentido que mi lugar estaba en un circo de monstruos. Cuando cumplí dieciocho años, cogí la maleta y comencé mi viaje buscando un lugar donde trabajar. Hace un mes, alguien dejó bajo mi puerta una fotografía en la que aparecemos mi madre y yo junto a un hombre al que no puedo ver el rostro porque la imagen está cortada. La foto se hizo justo aquí, en la entrada del circo “Des monstres de papiers”.
- ¿Puedo ver la fotografía? -preguntó inquieto el Hombre Elefante.
Tom
sacó la imagen de la mochila y se la enseñó. El Hombre Elefante la
miró con detenimiento durante largo rato. Él sabía perfectamente
quien era el hombre cortado. De pronto, el interior del circo rompió
en una gran ovación y el público comenzó a salir. Tom guardó la
foto, mientras el Hombre Elefante se perdía entre el público hacia
el interior de la carpa.
Minutos
después el señor Ribery, acompañado de Jerry, salió para hablar
con Tom.
- El señor Médez me ha dicho que quieres trabajar aquí -dijo.
- Sí.
- ¿Sabes que aquí sólo trabajan los monstruos? -preguntó el señor Ribery.
- ¿Entonces por qué quieres trabajar aquí? -preguntó Jerry-. No parece que seas un monstruo.
- Algo en mi interior -respondió Tom-, me dice que soy tan monstruo como cualquiera de vosotros. Estoy cansado de vivir una vida que no me corresponde. Mi aspecto no representa lo que soy y yo no tengo la culpa de haber nacido normal. Sé que puedo trabajar aquí y puedo ser tan monstruo como cualquiera de vosotros. Además, una fotografía me ha traído hasta aquí.
Tom
les mostró la imagen en blanco y negro.
- Una foto tomada en la entrada de nuestro circo no significa nada -dijo el señor Ribery-. Hay mucha gente que se fotografía en este mismo lugar. No voy a contratarte. Lo siento. Hay que ser alguien especial para trabajar aquí y tú no lo eres.
El
señor Ribery se dio la vuelta y se marchó sin decir nada más. Tom
estaba abatido. Creía que en aquel lugar, por alguna extraña razón
que no llegaba a comprender, encontraría su hogar. Sin embargo, no
había sido así. Al igual que en los otros circos, también había
sido rechazado.
Jerry
lo miraba perplejo. No podía entender como un chico normal deseaba
formar parte de un lugar como ése. Aunque nadie hablase de ello, él
sabía que todos deseaban huir del allí. Los miembros del circo “Des
monstres de papiers” soñaban en secreto con ser normales y tener
una vida como la de cualquier espectador.
- No pienso marcharme -dijo Tom enrabietado-. Estoy seguro de que éste es mi lugar y os lo demostraré.
Rose
Mary llegó buscando a su hermano. La cena estaba lista y todos lo
estaban esperando. Miró a Tom detenidamente, pero no dijo nada.
Jerry se despidió de Tom y se marchó con ella hacia el interior del
circo.
Tom
se sentó bajo un árbol junto a las caravanas de los artistas.
Estaba cansado de ir de un lugar a otro. Ahora estaba seguro de que
por fin había encontrado lo que estaba buscando. Aún no sabía
cómo, pero conseguiría trabajar en el circo “Des monstres de
papiers”.
A
medianoche, una mano tocó el hombro de Tom y éste despertó
sobresaltado. Su mirada se clavó en el rostro de Rose Mary. Ella lo
cogió de la mano y, sin decir nada, lo llevó hasta su caravana.
Aquella noche, la mujer barbuda y el chico normal, apenas durmieron.